Te imaginas un mundo en donde los conejos tienen alas de dragón y los caballos rostros de reptiles. Aunque, no lo creas así eran los bestiarios medievales eran desbordantes de imaginación, con una mezcla de miedo y carcajada. Puesto que en aquella época, bastaba con abrir uno de estos libros o simplemente asistir a un espectáculo de juglares para adentrarse en un universo sin límites, en el que la fantasía era el mayor acto de rebeldía.
Hoy, en pleno siglo XXI y sumidos en una era de entretenimiento inmediato y consumo fugaz, parece que el arte de jugar con la imaginación debería estar en extinción. Sin embargo, el espíritu juglaresco resucita gracias a Marta Grau, Elena Martin-Gil y Llibertat Cortés, que son las creadoras de Joglar, una revista que fusiona fanzine, cultura y creatividad para devolvernos la capacidad de asombro.

En el que Joglar nace como respuesta a una cultura cada vez más encorsetada en publicaciones oficiales. Aunque, tiene su objetivo claro: ofrecer un espacio abierto, donde cualquier persona pueda participar sin necesidad de encajar en moldes académicos. “Queremos una revista que comprenda la cultura desde su sentido más lúdico y abierto”, explica Grau, dejando claro que aquí la única regla es crear sin miedo.
Cultura viva, humor y vermut
La primera llamada a colaboraciones fue una auténtica declaración de intenciones: desde relatos y poemas hasta reflexiones escritas a las tres de la madrugada. Por eso, todo cabe en Joglar si está hecho desde la autenticidad. Para Martin-Gil, esta libertad permite que la producción artística vuelva a ser “divertida, libre y menos encorsetada”.
Por eso, a imagen de los antiguos bestiarios, donde criaturas imposibles convivían sin reglas, Joglar mezcla textos, ilustraciones y ocurrencias con un único propósito: revivir el juego cultural. Cada página es un pequeño acto de resistencia frente a la solemnidad excesiva, una reivindicación de que las grandes ideas también nacen entre risas y vermuts con amigas.
De cara a próximos números, las juglares contemporáneas planean explorar temáticas más concretas, aunque sin abandonar la esencia que las define: un laboratorio vivo de creatividad en valenciano, dispuesto a conquistar bibliotecas y corazones. Mientras tanto, su mascota, un pequeño conejo laúd en mano, ya revisa las próximas contribuciones. Porque en Joglar, como en los mejores cuentos, nunca se sabe qué maravilla vendrá después.